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Alejandro Hernández / Paranga

Vivir en la calle

Los egresados de la universidad en el Perú se enfrentan un futuro incierto, a una jungla de cemento llena de tigres, cocodrilos y panteras.

Publicado: 2013-12-13

Se terminó la universidad. Luego de seis duros años, las clases, los cursos y los pasillos de la Católica se convierten en un espacio de ensueño, de recuerdos, de miedos y fantasmas. ¿Cuál es el futuro que le espera a un egresado de una universidad peruana? ¿De quién depende la estabilidad laboral y la tranquilidad mental de los jóvenes menores de 25 años? 

Ingresé a la PUCP a los 17 años. Los Estudios Generales fueron unos años intensos: leí filosofía, antropología, sociología, ciencias naturales, teología, literatura, teatro, música... y demás artes que empezaron a destaparme el cerebro. 

La universidad era un espacio para estar con tus patas, sentarte en los pastos a hablar de las mujeres, fumar tronchos en los antiguos rosales, ir a tomar cerveza al Elos y luego ir a tus clases a que te destapen el cerebro las veces en las que tenías frente a Salomón Lerner, Henry Pease, Rolando Ames, Pepi Patrón, Joseph Dager, Abelardo Sánchéz León, Miguel Giusti, Katia Hanza, Ciro Alegría, Rosa María Palacios, Gonzalo Portocarrero... entre las decenas de profesores que estoy olvidando. 

¿Qué significa ir a la universidad en el Perú? Estar encerrado en un mundo que no es el del calle, es un universo cerrado, intelectual, donde te abstraes de la realidad peruana para luego verla con otros ojos. 

La vida universitaria es toda una experiencia: no es solo el estudio diario, sino un constante descubrimiento de la condición humana. Aprender a leer, a escribir, a escuchar música, a apreciar el arte, a vivir en constante diálogo con la sociedad, con tu entorno. Leer a los más grandes y tenerlos frente a tus pestañas es un privilegio poco valorado en este país.

Flaubert, García Márquez, Sarte, Maupassant, Vargas Llosa, Rulfo, Cortázar, Borges, Kant, Niezstche, Aristóteles, Hegel, Hobbes, Marx, Habermas, Arendt y cientos de nombres más marcan la vida de un estudiante de letras de la Católica.

¿Qué hacer ahora que he salido de la universidad? Siempre escucho que el trabajo es una de preocupación para los jóvenes. Quieren salir rápido de la universidad o instituto para ponerse a trabajar y ganar dinero. Esa realidad (¿qué diría Marx al respecto?) es la que determina la inteligencia de un individuo: los verdaderos objetivos profesionales en este país son muchas veces cuestión de suerte, de contactos, pero también de esfuerzo y de empeño en los años universitarios. El dinero es un factor, pero el conocimiento es el paso previo necesario y obligatorio. 

No todos hacen una tesis. No a todos les importa el conocimiento. Y este es un problema estructural de este país. En Finlandia los jóvenes salen del colegio leyendo más de 20 libros a lo largo de los 11 años de escuela. No está mal que la mentalidad pragmática del peruano lo lleve a metas palpables y económicas. Sin embargo, el crecimiento con conocimiento es más completo, nos vuelve más humanos, más cerca de entender a esta abstrusa condición humana, que nos mata a diario con solo levantarnos y tener que lavarnos los dientes. 

Cuando tenía 17 iba en bus a la PUCP y me vestía como punk. Escuchaba NOFX, Bad Religion y usaba Vans, Volcom y pogueaba en los conciertos. Era un rebelde. Levantaba la mano en clase a cada minuto para preguntar/cuestionar alguna idea de la clase. Era imposible salir del salón luego de dos horas y ser el mismo. Las perspectivas cambian a cada segundo cuando eres universitario. 

Al final, ahora soy un periodista egresado de la Católica y el futuro se me muestra como una masa indisoluble de dudas abstrusas, preguntas asesinas y un destino incierto.

Algunas voces expertas dicen que esa es la vida real.

La vida que duele.





Escrito por

Jonathan Diez

Periodista


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